Soy de la generación del Naranjito, del Mundial ’82, El Equipo A, El coche fantástico y las noches de radio de SuperGarcía en la hora cero. Y de todo esto lo único que añoro es el periodismo deportivo sin colores que había instaurado en la mayoría de los medios de comunicación. Serán los tiempos… En aquella época era muy difícil encontrar a un periodista que declarase ser hincha de un club y menos aún que lo apoyase frente al resto de equipos al elaborar las informaciones o comentar un partido de fútbol. Hoy ocurre casi al contrario. Tomás Roncero, Tomás Guasch, Roberto Gómez, Patxi Alonso… Todos ellos representan en mayor o menor medida al nuevo periodista forofo que no sólo pasea orgulloso el escudo de su equipo durante su trabajo sino que olvida la imparcialidad y la obligación de, al menos, acercarse a ser objetivos al realizar sus comentarios.
José María García.
En muchas ocasiones me indigna que este tipo de personas estén copando puestos de trabajo en una emisora o un canal de televisión ofreciendo un espectáculo bochornoso. Quizás sea en parte una nueva filosofía de lo que debe ser el periodismo deportivo para muchos medios: una lucha entre periodistas forofos que en cierta medida se acerquen a representar los ‘piques’ que los propios aficionados tienen cuando se reúnen en un bar alrededor de unas cervezas. Me niego a creer que el mundo de la información deportiva va a seguir por estos derroteros porque sería la muerte de un ya de por sí malherido periodismo deportivo. Aún quedan algunos buenos ejemplos como Agustín Castellote, en Punto Radio, un hombre que siempre aplica el sentido común antes de hablar sobre la actualidad deportiva y que se niega a entrar en el patético juego que día tras días nos ofrecen otros muchos medios de comunicación, entre ellos diarios que tuvieron tanto prestigio -y ahora lo pierden vertiginosamente- como Marca. O como Santiago Segurola, fiel a sus principios y a sus ideas esté en el periódico en que esté y que no dudó ni un instante en desmarcarse de algunos de sus compañeros de trabajo como Eduardo Inda, a pesar de ser éste el director de Marca.
Agustín Castellote.
Todo esto no quiere decir que los comunicadores no tengamos que tener un equipo de fútbol preferido o un club de nuestros amores. Nada más lejos de la realidad. Pero cuando hablas o escribes para millones de aficionados de todos los equipos de fútbol lo mínimo que se puede exigir es objetividad e imparcialidad, tratar los asuntos desde un punto de vista neutral y, si la pasión es demasiado grande como para no poder controlarse… pues creo que te habrás equivocado de profesión porque de ese modo no se puede informar. Algunos casos, como los de Tomás Guasch y Tomás Roncero son demasiado sangrantes como para que estos tipejos continúen en ningún medio de información. No creo que ni los propios aficionados del Real Madrid estén contentos de que haya un tipo en los platós de televisión, en los estudios de radio o en las páginas de un periódico defendiendo contra viento y marea las mayores sandeces del mundo con tal de apoyar a su equipo del alma. El caso de Tomás Roncero es uno de los más graves que conozco. Sus comentarios en los partidos que disputa el Real Madrid son absolutamente hirientes, inadecuados e indignos de alguien que tenga el título de Periodismo -si es que lo tiene, algo que ignoro-, no sólo por el hecho en sí de ser forofo sin disimulo, sino porque en muchas ocasiones se permite el lujo de hacer daño a otras aficiones de distinto color sin ningún tipo de kiramiento y con la aquiescencia de una parte de los contertulios. Indignante.
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